8 de noviembre de 2005

Vicente, amigo…

Lo conocí una tarde de invierno, en mi oficina, mirando un único árbol. Tenía yo prendida la Radio Beethoven, cuando una música desconocida me robó el alma.
Incapaz de sólo saborear sin identificar, hube de llamar a la radio. Limón de Nata, se llamó el tema, de Vicente Amigo.
De ahí, a encargar algún CD a Baires, para que algún amigo melómano-cleptómano de mi hijo músico se lo pelara del auto, y así, hasta hace unas semanas en que aparece el aviso en el Mercurio: Vicente Amigo en el Municipal.

Tercera fila miéchica.

Vicente Amigo toca guitarra. Sus composiciones, si bien son flamencas, incluyen rumba, y algo de fusión.
No muy alto, relativamente joven, y sus 6 músicos.
El tecladista, sutil, con un peinado pichangero.
Percusionista joven, raro el tipo.
Bajista. No lo pude apreciar.
Guitarrista.
Otro percusionista.
Y el cantaor. Un gitano bajo, pantalón y botín negro de flamenco, camisa blanca de género arrugado o plisado o arrepollado, pelo largo negro, pera y bigote como Jesús. Sentao en su silla, apretando los puños como un ataque de ira suave cada vez que la voz se hacía un chillido gitano de los más sentidos.
Y Amigo.
Entró solo, y ahí se quedó, largos 20 minutos, paseándose por las cuerdas de la guitarra como si nada. Toca bien.
La curiosidad por saber cómo y en qué momento entrarían los músicos me comenzó a despistar. Hasta que dos de ellos se acercaron en la penumbra y comenzaron con las palmas suavecito.
Aquí se pondrá mejor la cosa. …“Es un mensaje que traaaae la paloma, que en la ventana de mi corazón se asoma, mensajes de amor que devoooraaan, mensaje que traae la paloooooma".

Desarrollé una teoría a lo largo de mi asistencia a los conciertos de cámara,
si pienso y analizo mucho durante el evento, algo no funciona bien.

El percusionista, al que encontré raro, raro porque pensé primero que era mujer, pero después hombre y después mujer, fue lo primero que me despistó. Es hombre, afirmó dubitativo mi acompañante.
El tipo sonreía sin parar. Ah! pensé, tal vez sonríe como sonríen entre sí los músicos de la Academia de Saint Martin in the Fields, bajo la batuta de Nevel Mariner. Tocan tan alegres y distendidos que nadie se entera de la dificultad de las ejecuciones.
Pero no era el caso, pues, aquí, éste era el único que sonreía, y lo hacía sólo cuando miraba a Vicente Amigo.
Entonces mi vista se fue a Vicente Amigo, que tenía el cuerpo levemente girado hacia su izquierda, donde estaba sentado el tipo raro. Tocaba con los ojos cerrados, y cuando los abría, los tenía puestos en él, sonreía muy levemente y los volvía a cerrar.

Ahí me empecé a sentir mal, por los otros músicos, abandonados. Porque, caramba, una miradita para el resto, para confortarlos, animarlos, comunicarse, qué se yo.

Y mientras el tipo seguía sonriéndole, yo seguía sintiendo que lo podía desconcentrar con tanta mirada y tanta sonrisa.

Conjeturé:
El percusionista es inseguro y quiere agradar a Vicente.
Es un integrante nuevo y quiere agradar a Vicente.
Acaba de tener alguna vivencia muy especial con Vicente y la está compartiendo.
El tipo es gay y está enamorado de Amigo.

Cuando llegué a la última opción, me reacomodé en la butaca. Corrían y corrían los temas.
Mi querido "Limón de Nata", que es a Vicente Amigo, lo que "Entre dos aguas" es a Paco de Lucía, no aparecía.

Terminó el recital. Un único bis. Limón de Naaaata grité. Poniendo la voz grave para no parecer mina chillona. Tocaron otra cosa.
Afuera en el hall, Francisco lo tercero que dijo fue: no sé si tengo mente de alcantarilla, pero me pareció que había una onda entre el percusionista y Vicente Amigo.

Concordamos en ponerle al concierto un 5,5

Bajaré de internet mi querido tema Limón de Nata.
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