10 de mayo de 2008

The Bootleg Beatles






Conduzco hacia el Teatro Caupolicán.
El taco, el apuro. No alcancé a almorzar. Nunca me ha gustado el Caupolicán, el barrio, peligroso, el teatro, inhóspito.
Arriba se escucha mal, pero ya no dije no a tiempo.
Esto de ir a ver a grupos que imitan a la perfección a grupos emblemáticos es un conflicto.
Entre eso y escuchar un CD, dudo.
Ir a aplaudir a este grupo, no es menor.
Involucrarse, difícil, finalmente se trata de sentir si es realmente igual igual, si suena igual igual, si los tipos se caracterizan igual igual.

Empiezan a sonar los hits, uno tras otro. Penny Lane, ahh, Penny Lane.
Esa combinación sonora e-y-ei, como Chevy Chase, suena bien a mi oído.
Yo tenía nueve años, mis primas eran dueñas de los Beatles, yo no, yo escuchaba y me gustaba en el silencio de lo sin razón, como gustan las canciones a los nueve años, sin amores relacionados, en el bus, rumbo a la piscina del Club de Yates de Recreo, ahí iba, en un día soleado escuchando en la radio Penny Lane. Y era adorable. Los Beatles. Tantas canciones, en tan poco tiempo. Del 62 al 69 me susurra Luis.
Ir a ver a los pseudo Beatles con él es lo mejor. Desde siempre es fanático y sabe todo, todo. Los dos bandos irreconciliables, los fanáticos de los Beatles y los de los Rolling Stones, pienso.
A day in the life, las favoritas, cuáles son tus favoritas de los Beatles?
Van pasando las épocas, ahora están con los trajes de Sgt Pepper’s, es perfecto, me dice Luis, hasta la forma de caminar de mover la cabeza, es decir estos tipos se han pasado mucho tiempo copiando a la perfección. Copiar a Chaplin, copiar a Elvis, ser igual, qué onda, me da mala sensación, ya fueron los que fueron, por qué no ser lo que les toca a ellos y no la vida de otros, pero no está mal estar ahí, escuchando ahora Something. Y si un arquitecto se raya con el arquitecto Lloyd Wright y se pone a hacer las mismas casas, igualitas, igualitas?
Acaba de sentarse a mi lado un hombre grueso, llegó atrasado, corriendo, debe tener 55, tiene canas, está absorto, suspira, y canta todo, bate las palmas a destiempo, no le achunta al ritmo, pero no se da cuenta, que va en síncopa, me llega un mal olor, viene de él, es un tipo que está sólo, se separó no hace tanto, reconozco el olor a ropa que quedó sin ser sacada de la lavadora, está pasado a ese intenso asumago. La atención se va ahora al otro lado, a Luis, estoy romántica, es Blackbird, me gustaría que me abrazara, que me tomara cómplicemente la mano, pero no, el está escuchando atento, muy atento. Dejo de pensar en eso y sigo escuchando. Los músicos tratan de alentar al público, les gustaría escuchar gritos de histeria, de fans explosionadas, no ocurre, somos chilenos, yo digo que es la cordillera que nos aplasta, cuándo se ha visto a un altiplánico gritón con cancha de bonaerense, expresivo, jamás. El público aplaude, todo, pero no tanto.
No es posible. La mitad de la atención está enfocada en escuchar, la otra mitad en comparar con la banda original.
No es posible derramarse en ese orgasmo musical que ocurre cuando la razón se rinde al goce, Paco de Lucía, ese concierto en el Teatro Oriente, hervía de placer, y comparo, y esta vez cuando están terminando de cantar la Balada de Yoko yo no aplaudo.
Me invade nuevamente el olor a asumago, y él aplaude desbordado de nostalgia. Y no tiene con quién compartirla, y yo no lo miro.
Se separaron los Beatles, pienso, se separaron ellos, y no me iba a separar yo. John Lennon, por qué mataron a Lennon, qué triste.
Luis me avisa que ya va terminar, porque acaban de decir la misma frase que dijeron cuando iban a terminar en el último concierto, arriba del techo, la repite textual, en inglés y suena a evangelio. Un bis, Imagine.
Terminamos comiendo pizza, una muy buena, y como siempre cuando no hay de esos orgasmos, a esa hora quedaba un aroma lejano a Penny Lane y los muchachos de la banda Beatles Bootleg ya no eran tema.
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