El primo de Woody

Podría haber sido primo de Woody Allen, no sólo por la similitud física, sino por esa personalidad de ratón tímido y desamparado, soñado ingrediente para tantas mujeres que buscan un hijo eterno y grandulón a quién proteger y de los cuales se espera obtener la exclusividad del macho, la fidelidad perfecta.
La estrategia del primo de Woody -que ya sabe perfectamente que no atraerá a ninguna hembra por un flechazo inmediato, no, amor a primera vista es una experiencia que sabe no vivirá- ha sido la palabra. Ha hurgado dentro del queso infinitamente agujereado de las relaciones humanas, pero sobre todo con la especificidad de las amorosas, y las femeninas.
Ha obtenido con la experiencia del rechazo, el don de la paciencia y de la calma. Mirando desde sus anteojos de firme marco negro, tendido en la hamaca de quién tiene todo el tiempo para conquistar, palpa con exactitud los baches de la presa, y ataca con consuelo, compañía, y fraternidad, en absoluta serenidad y sosiego.
Lentamente la hembra dolida y carente, roza primero con alivio el borde de su magnífica tela, más tarde, empezará por extrañar las llamadas, después las conversaciones, luego la voz pausada, hasta que un día, sin saber cómo, será una necesidad, el próximo paso el enamoramiento. En ese punto, el primo, comenzará a aterrarse, ha visto que su estrategia triunfó, que todo salió tal como esperaba.
Entonces viene el zarpazo, este minúsculo ser ha doblado su tamaño, y emprende la huída.
Con gran orgullo y odio. Porque no lo amaron a primera vista, y ese será siempre su dolor y la tarea.